Saturday, March 24, 2012

Una excursión algo temeraria

Domingo, 29 de agosto. Tengo tendencia a urgar en las partes ocultas, en la cara B, en el lado no declarado, en el lado solapado. Y Olkhon es una isla dividida en dos: en el oeste anchos campos de color heno cubren las faldas de las colinas, la nitidez y la belleza lo domina todo. En la parte este, sin embargo, la más alta (y yo tiendo al monte), la taiga se muestra inhóspita, oculta, hostil, indómita.

El domingo del 29 de agosto me propuse adentrarme en esa parte no publicitada, quería descubrir el tipo de fauna y paisaje que se oculta en ese manto vegetal perdido en la mitad de Asia. Parto desde el hostal hacia el interior por una pista, el tiempo acompaña, excelente, ¿20 ºC? Abandono la zona construida de Khuzir, y la pista ascendente me conduce por un bosque de pinos. No tardo en empezar a ver basuras arrojadas a ambos lados de la pista, parece que hay gente que no se toma la molestia de pagar el impuesto de basuras correspondiente o le resulta más cómodo desprenderse de ella sin más esfuerzo.

Salgo de la zona arbolada hacia campo abierto. El paisaje es estupendo, y diviso gran parte de la costa oeste de la isla de Olkhon. Me detengo en un hito pastoril buryato en el que se erije un palo abrigado por lazos a lo largo de su circunferencia. Voy tomando altura y llego a la zona que bordea el bosque, comienzan los pinos.


Me ciño a un camino ancho que se va adentrando en la taiga. Poco a poco, los claros que se abren entre los pinos van quedando atrás y el bosque se va haciendo más espeso. La pista maderera va menguando en anchura. Mi plan consiste en caminar dirección hacia el norte para confluir de acuerdo al mapa con una pista que atravesaría de este a oeste la isla. Calculo unos 16 kilómetros máximo.

Sigo hacia delante, pero no encuentro indicios claros de caminos recientemente utilizados, ni señales, pero me ciño temerariamente a la pista, que ya no es más que un estrecho sendero sobre el que asoma la vegetación en forma de arbustos varios. Ya no estoy seguro de que esté yendo a ninguna parte... He caminado bastante e intento acerrarme al plan inicial, a costa de tener que limpiar el camino de todo tipo de ramas. De hecho..., ¿hay camino ya?

Miro alrededor y no encuentro nada, empiezo preocuparme, sí, estoy perdido. No obstante, la visibilidad es buena, hace sol.

La espesura se cierra sobre mí progresivamente, los espinos y arbustos arañan mis piernas y brazos, las ramas extienden su dominio hacia el centro del sendero, reclamándome constantemente.
Cada vez más debo levantar más las piernas para pisar las ramas atravesadas en mi ruta. Me paro un momento, y en medio de todo, ¡encuentro un hormiguero gigante! Me acerco y las hormigas, bastante grandes, empiezan a subir por mis piernas, y la emprenden conmigo. Éstas pican.

Decido alejarme y reanudar la marcha pendiente abajo, básicamente campo a través, pero parece que sí hay un sendero, y la vegetación se abre un poco. Me ciño a este sendero y voy bajando hacia el oeste, donde empiezo a ver señales de actividad humana: vegetación cortada. Llego a la cabecera de una pista, ¡sí! Voy descendiendo y sigo hacia el norte, la pista se hace más nítida y me ciño a ella, llego incluso a un claro, me tranquilizo, y decido dejar que la pista me conduzca.
¡Pedazo horniguero!
No obstante, según comienza a ascender se bifurca varias veces y en este instante, tras caminar de forma ascendente un par de horas, llego a un amplio claro de bosque podado, donde parece que termina la pista. Hay que tomar decisiones urgentes, el sol está descendiendo y yo estoy perdido en medio de la taiga de una isla en medio de Asia en la que nadie sabe que estoy. Si sigo emperrando en seguir adelante, puedo ocurrir lo peor, perderme y no poder volver. Se impone una decisión pragmática: volver más de dos horas sobre mis pasos a lo que parecía un paisaje más abierto, bajo y transitado con la esperanza de que acabe sacándome del bosque.

Tengo las plantas de los pies ya muy resentidas, pero hay que seguir. No queda otra que impulsar mi cuerpo hacia delante de forma indolente y mecánica, se está haciendo tarde. Comienza un via crucis monótono por un camino ya transitado, pero en el que convergen y del que parten otros, dando pie siempre a la incertidumbre. Tras un largo trayecto, llego por fin al cruce en el que había desembocado monte abajo, y en ese punto me ciño a la pista principal que parece seguir descendiendo. La pista serpentea pero no deriva en ningún claro ni zona antropizada. Sin embargo, ¡al rato veo en la distancia un 4x4 que se aleja!, un gran alivio me recorre el cuerpo: "civilización"... (esto es muy raro que salga de mis labios). Al poco veo unos bancos de madera y la pista se hace más ancha, el paisaje se vuelve más abierto y llego a una especie de zona de picnic, ¡estoy salvado (pero reventado)!

Ya no resta más que andar un par de kilometros prácticamente en llano y bosque abierto. Llego inesperádamente prácticamente a mi lugar de partida y llego en poco tiempo al hostal, destrozado.


Ocurre un hecho paradójico: estoy destrozado, pero es una tarde maravillosa, nítida, la luz... 20 ºC, no más. Hay magia. Mañana me voy de la isla, pero todavía no he visitado la Roca del Chamán, lugar sagrado del sur de Siberia, un hito de los buryatos y el chamanismo, descrito en ensayos de antropología. Me dirijo (me arrastro...) hacia ella bordeando una fea valla de cemento que limita el pueblo con la esperanza de poder remojar mis pies "desfigurados" en agua bien fría, que es lo que urgentemente necesitan para recomponerse.

El sol acaricia Khuzir

La Roca del Chamán bañada en un ambiente paradisíaco
La luz lo abarca todo y el sol me acompaña por una zona alta... Llego a la playa, una playa de piedras, una niñas en la orilla juegan con las gaviotas. Me quito las botas y sumerjo mis pies en el agua con un gran alivio, luego me adentro torpemente en el agua, incapaz de pisar sin sentir dolor. Acabo nadando, el agua está helada, dos largos de 20 metros, 5 minutos.



El baño me ha revitalizado, definitivamente, casi como nuevo, una gran alivio en los pies sobre todo. Me apena tener que pertrecharme otra vez las sudadas botas, pero se hace el esfuerzo y rehago mis pasos al hostal. El baño me ha infundido vigor, pero estoy cansado, me pregunto si debo dar por terminado el día, pero se me enciende el corazón, o la testosterona, ¿una oportunidad está pasando por delante mío?

Sunday, March 11, 2012

Olkhon: vuelta a Khuzir


El rito del vino, ...y una foto un poco torpe
Tras la aventura, la reflexión y la "uja" (sopa de pescado), volvemos a la furgoneta y partimos hacia unos acantilados, después a un raso a nivel del agua. Hay un chiringuito y un muelle de madera. Allí jugamos a echar piedras al mar ("Adín, dva, tri!") a ver quién tira más lejos, vale, en potencia muscular los hombres llevan ventaja... Las chicas pierden y me danzan un alegre baile ruso como prenda por haber perdido, ¡yuju!

Volviendo a la pureza del agua del Baikal, el chico moscovita sostiene que la papelera no reviste gran peligro para el lago, dado el vasto volumen de agua contenido en él. Insiste, "el agua SIGUE SIENDO potable en cualquier caso", tras lo cual se acerca a la orilla, se inclina y bebe agua de sus propias manos. Puedo confirmar y confirmo que durante ese día al menos el chico moscovita no padeció ninguna dolencia (ni se le cambio el tono de la piel), pese a que junto al lugar donde bebió flotaban en la superficie manchas de espuma procedentes de una lancha. ¿Chico provisto de un estómago de hierro o pureza a prueba de amenazantes papeleras polutivas?

Agüita sana del Baikal, pese a que rondase la espuma...



Barrancos del noreste que hunden sus raíces en el abismo del Baikal

El tiempo es esquisito y quiero quedarme más tiempo en esta apartada orilla de un lugar recóndito, pero se hace tarde y hay que volver. Nos metemos en la furgoneta y retomamos las pista ladeando la intensa masa boscosa  que cubre el este de las isla. Marchamos hacia el sur exactamente por el mismo camino por el que hemos venido, para lo cual debemos superar una serie interminable de baches. Hacemos una pequeña parada para quien así lo desee pueda cubrir sus necesidades fisiológicas o para estirar piernas. Comprobamos no lejos de allí unas cabinas de madera en mal estado. Desprenden un hedor que advierte de su contenido fecal, el cual ahuyenta a cualquier posible usuario. No obstante, Nastya me invita a su uso.



Los baches no perdonan y en un momento dado el chofer para la marcha, se baja y comprueba el estado de la rueda: ha pinchado. Se apresura a cambiarla, para lo cual debe de tener práctica ya, por la velocidad con la que actúa. Esperamos unos diez minutos y reanudamos la marcha.


Estamos llegando a Khuzir y llega el final de un gran día. No obstante, me sabe a poco tener que despedirme sin intercambiar números de teléfono o un simple email. Me dirijo a Jana, que es quien concita más mi atención, pero se muestra poco receptiva. No obstante, accede a darme su teléfono algo ruborizada, y le digo que ya nos veremos. Me despido del resto también, la mujer buryata me da su contacto de Ulan-Ude, capital de Buriatya, donde ella reside, lo cual se lo agradezco. Sin embargo, el mayor obstáculo con esta mujer reside en que no le entiendo nada, porque no sabe nada de inglés y apenas habla en cualquier caso. ¿Cómo establecer contacto por teléfono? Nastya, chica abierta y realmente agradable, me regala un dibujo tipo acuarela con el email y un mensaje que reza en inglés "Siberian artist", que recibo con agrado.


Me despido y me voy a mi hostal, ceno en el comedor donde coincido con un joven colombiano que representa a un grupo de danzas folclóricas y que ha empezado a hacer migas con rusas. Me habla de su gira por Rusia y de lo bien que le va. Sabe algo de ruso como yo, frases sueltas y útiles, que le valen para relacionarse mínimamente con rusos. Para entonces, no obstante, mis hormonas alteradas me conducían hacia Jana, de la excursión. Decido dejar al compañero colombiano e intento contactar con ella, ¡pero no hay respuesta! Parece que hay un problema con la numeración..., ¡shit! Lo que de ahí en adelante ocurrió es la historia de un intento rocambolesco y eventualmente infructuoso de avanzar con la chica en cuestión. No merece la pena entrar a detalle..., bajo una bella luna llena me retiro al hostal, en paz.

Saturday, February 11, 2012

En el Lago Baikal: Olkhon

Lago Baikal: luz, agua y amplitud
Olkhon es la isla más grande del Baikal con gran diferencia, es una especie de península, sólo que separada de tierra firme por una brazo de agua de apenas 300 metros de ancho. El Lago Baikal, por su parte, es una vasta región, todo un ecosistema, reserva ecológica de gran valor y nucleo de atracción del territorio circundante, es un ente con vida propia. El Baikal es además un territorio sagrado, representa el cordón umbilical del mundo, su centro, según los nativos buriaty. "La naturaleza y el espíritu del lago están llenos de una energía que une a las personas y a sus descendientes con la fuerza global del universo, de la tierra y de la gente", afirman los chamanes buriatos

No en vano es el lago más viejo del mundo, y el mayor de agua dulce si se mide por volumen. Alberga ni más ni menos que una quinta parte del agua dulce de todo el mundo, almacenada no tanto en la superficie ocupada como en la profundidad que alcanzan sus aguas. A reseñar, el abismo que flanquea por el este a la propia isla, en la que se erigen espectaculares barrancos que hunden sus raices en las aguas del "Mar Grande", como le llaman los nativos buriatos y los rusos, hasta una profundidad de 1.680 metros prácticamente en caida libre.

Las dos orillas del Lago Baikal, separadas por una masa enorme de agua dulce
























Esta circunstancia le otorga al lago unas cualidades especiales, el ser un ecosistema de gran riqueza en el que habitan focas propias del Baikal, a las que denominan nerpa, o tal y como descubrí de oido, ñirpa. Otra característica especial es que según relatan los habitantes de la zona este agua dulce es PO-TA-BLE, pese a que embarcaciones de diferente tipo naveguen por sus aguas y desagües de diversa índole terminen en ellas (¡yo, por si acaso, no me aventuré en la experiencia!). A destacar entre los vertidos, una fábrica de papel ubicada en el extremo suroeste, la zona más poblada y antropizada, en la localidad de Baykalsk, y cerrada temporalmente a finales de los 90 por presión de las protestas suscitadas, pero reabierta hace no mucho.


Una pequeña franja de agua separa Olkhon de tierra firme
Vamos allá
Mar en calma, paisajes pelados y luz



Tras llegar al embarcadero, diviso el extremo opuesto del brazo de agua que nos separa de la isla. Un ferry se encuentra en la orilla opuesta. Mientras tanto, bajamos de la furgoneta y estiramos las piernas, contemplamos un entorno de color amarillento desnudo de vegetación pero gran belleza realzado por una extraordinaria nitidez visual. Un puesto de souvenirs reclama nuestra atención con adornos y artículos decorativos, postales, imanes, bolígrafos de recuerdo, etc. Debemos pagar también el billete que no se incluye en la tarifa del microbús, 15-20 euros por lo que puedo recordar, me parece bastante caro. Pasamos por fin al otro lado, y reanudamos el viaje, todavía casi una hora más de trayecto. Rodamos por una ruta desprovista de asfalto, una pista vaya, y un viaje de mucha agitación que acaba haciendo mella a pesar del austero pero esplendoroso atractivo que nos circunda. ¡Quiero llegar!

Llegamos. Una esplanada da paso a un nucleo grande de casas pequeñas de construcción aparentemente frágil, básicamente madera. Entramos por una de las calles y el microbús se para. El conductor me indica el hostal donde me voy a alojar, es una especie de recinto de cabañas. Me despido y llamo al timbre. Una mujer de unos 50 me abre la puerta y me saluda en ruso, le replico "zdrázvuytie" (de preferencia al informal  "priviet", escrito privet привет). Le indico que vengo con Baikaler, asiente sonriente y entro, me conduce a mi cuarto, individual, no está mal, austero, pero esto era lo que se anunciaba, "en convivencia con una familia nativa" (rusa). Pues sí.
El "Bed&Breakfast" de Khuzir
Ahora bien, yo quiero saber acerca de las actividades, adónde debo dirigirme, pero según converso con la señora de la casa y otros viajeros Occidentales que me encuentro en el comedor voy cayendo en la cuenta  de que no existen tales actividades organizadas, que va por mi cuenta... ¡Lo que sí tengo contratado es una estancia de tres noches y dos días enteros! ¿Qué hacer? Me desespero un poco. Allí nadie organiza nada, se trata de un DIY, un móntatelo tú mismo, con desayuno y cena incluída. En la soledad de mi cuarto, abro y examino el mapa.
Una calle en Khuzir por la tarde
Decido ir al centro del pueblo, un cruce de calles sin asfaltar, y pregunto por una oficina de turismo o actividades turísticas. Me señalan la puerta de una casa de madera localizada allí mismo en el que hay postales y otros objetos turísticos. Estoy solo y el asistente me mira con cierta extrañeza ("¿Qué hace este perdido aquí?"), parece que se dispone ya a cerrar el local. Le insto a que me rescate (!), le sugiero que me proponga alguna actividad, que seguro tiene que haber, él no muestra gran entusiasmo pero me atiende. Me ofrece un paseo a caballo a uno de los lagos de Olkhon, lugar de gran belleza según confirmo después en el comedor del hostal. Me informa de que son todos rusos, que dan primero una pequeña instrucción de cómo  montar, y que no hay nada en inglés, pero me resigno a la oferta. La caravana partirá mañana a media mañana desde el cruce de calles, de acuerdo. El tiempo es estupendo, hay un esplendor que transmite armonía. Paseo un poco por el pueblo y me retiro a cenar, horario inglés, hacia las 6 o 7.
Viajeros de Hong Kong
La próxima mañana bajo al desayuno y me encuentro a dos chicos jóvenes, de origen chino muy simpáticos y con cierta vena irónica algo desconcertante, son de Hong Kong. Traen un plan parecido al mío, aventurero. Me comentan que no saben nada de actividades, pero que sí estuvieron en una excursión a caballo que iba a un lago. Conversamos un rato, sacio mis curiosidades sociolingüísticas acerca de ciertas fricciones en Hong-Kong (el mandarín está siendo introducido a costa del cantonés, dialecto o lengua nativa), y me retiro. He decidido no ir a los caballos, no por nada. He preferido evitar la incertidumbre que supondría integrarme en un grupo ruso donde se dan instrucciones prácticas en ruso. Me presento en la "oficina de turismo", le comunico mi decisión y le pregunto si tiene otra alternativa, a lo cual asiente. Una furgoneta va a partir hacia el norte a una de las zonas más bellas de la isla, se trata de un grupo de rusos. Bueno, ahí que vamos, aquí al menos me llevan, y no tengo que aprender nada, je je.

En poco más de una hora, aparecen unas chicas rusas y un chico ruso por la oficina, a una de ellas le pregunto si va a la excursión, me dice que sí, me dice también que sí habla inglés. Al poco montamos en la furgoneta. El conductor es un nativo buriato muy simpático de estatura pequeña que nos invita a entrar a la furgoneta. Entramos unos ocho, y arrancamos hacia el norte. La furgoneta no tiene amortiguadores claro, y recorremos una pista plagada de baches.

Estirando las piernas
Hacemos una parada y proseguimos una hora hasta las campas que se extienden sobre la punta norte de la isla, donde se detiene la furgoneta. Allí nos dispersamos caminando por una senda hacia el cabo norte, que culmina con una gran roca a forma de pared, un entorno en el cual se dice que frecuentan las focas (¡ñirpa!) según nos indica nuestro guía.
Saludos de un foraneo
Dejamos a la derecha unos precipicios impresionantes y una gran masa agua azul. En el camino, al borde de un acantilado, nos encontramos un poste decorado con lazos de colores que los ganaderos buryatos dedican a los espíritus para que les sean propicios. En la base del poste, varias ofrendas, como monedas y cigarrillos. Otro rito consiste en pensar en un deseo mientras se vierte vino junto al poste. Yo no me quedo atrás y también lo hago. Luego, saco una foto con una de las pasajeras de nuestra furgoneta de procedencia buriata, que viaja con su hijo. Me saco una foto con ella junto al poste, le he pasado el brazo sobre el hombro, pero creo que con poca fortuna, me siento algo torpe. Creo que como en otras tantas culturas orientales, no es  acertado tocar a la persona para mostrar afecto. En fin, creo que ha entendido mi benevolencia...

A continuación reanudo mi camino hacia la roca situada en el cabo norte de la isla. He perdido contacto con las chicas rusas de Irkutsk de la furgoneta pero vuelvo a encontrarlas al poco. Sacamos algunas fotos. Una de las chicas es guapa y muy simpática, la otra (físicamente más "resultona") es más seca. Me cuentan que están en Olkhon pintando cuadros, artisticamente vaya. Desde luego el esplendor que irradia el entorno da pie a fantásticos paisajes. La chica físicamente más atractiva habla algo de inglés, y me cuenta que llevan más de diez días en la isla pintando cuadros, me dice también que ella está aburrida ya de pintar. Después nos separamos y vuelvo sobre mis pasos hacia la furgoneta. Allá esperan tres o cuatro personas sentados en una mesa de picnic, con el simpático guía preparando una sopa de pescado (¡uja!, le llama). Espero un rato pero la parejita joven moscovita y Jana y Nastya (así se llaman) no aparecen.

En ese momento me impaciento un poco e indico al guía que voy a buscarles y que en algún punto del camino los encontraré (¡No hay otro camino! O eso pensaba yo...). Parto a paso ligero hacia el norte, seguro de mi capacidad montañera y de rehacer el camino atrás sin dilación. Creo que hice unos dos kilometros andando de nuevo hasta el cabo, pero en vano. No LAS encuentro y decido volver, se está haciendo tarde. Con las plantas de los pies algo tocadas llego a la zona de picnic donde estaban estacionados ya todos los compañeros de pasaje. El guía estaba algo inquieto, preocupado, me dice que estaba pensando en llamar a los servicios de búsqueda. (...) Me siento algo avergonzado. No obstante, su crispación se rebaja rápidamente y me dice que no importa, que lo he hecho con buena intención y que no ha pasado nada.

Los buriatos son un pueblo "prototipo" de gente buena, transmiten armonía y tranquilidad. Los buriatos sostienen que si algo mal has hecho se debe a que una circunstancia externa te ha impulsado a ello. Si algo bueno has hecho por el contrario se debe a tu propia voluntad. Es una perspectiva muy optimista, y son gente muy accesible. Los buriatos habitan alrededor del Lago Baikal y al sur de él, en la Republica de Buriatya.

Me siento a la mesa y como "uja" mientras reflexiono en silencio sobre mi aventura. Francamente, creo que me he dejado llevar por la testosterona, y punto.


Friday, February 3, 2012

Irkutsk

En mi infancia una de las lecturas de aventuras que se barajaban como opción para chicos de mi edad era Julio Verne Jules Verne, bien en formato comic, bien en formato novela juvenil. Entre éstas, había una llamada Miguel Strogoff, la historia de un emisario del buen zar que debe atravesar Rusia hacia el este para llegar a Irkutsk. Ni qué decir tiene que en el camino encuentra todo tipo de vicisitudes, como el ataque de los tartaros, que lo someten a un horroroso cegamiento por metal incandescente pero que logra superar, con gran misterio, gracias al efecto de sus lágrimas, o algo así... Lo cierto es que siempre me ha hechizado el nombre de esta ciudad mítica localizada en los confines de la civilización europea y en mitad de la taiga y de un ambiente exótico a la vez que hostil.

Aterrizamos bajo un cielo encapotado y algo de lluvia, no hace calor, más bien frío, pero todavía estamos a 26 de agosto. Afronto el aterrizaje y la primera incursión en el aeropuerto con cierta alerta: por lo que parece, yo soy el único occidental. Somos la primera llegada de la mañana, el aeropuerto está medio vacío, inspecciono el entorno y salgo fuera un momento. Tiempo gris, no hay tráfico, no veo autobuses. Las miradas se dirigen a mi, esta vez se trata de un puñado de hombres morenos que se dirigen a mi en ruso y en inglés, no hace falta saber mucho: taxi. No solo me viene uno, sino que se me acercan más y además alguno insiste. Decido alejarme, e irme a desayunar a la cafetería del aeropuerto que acaba de abrir. Pido cafe y algo para untar, no está mal. El precio caro, un precio de aeropuerto, pero barato en comparación a Moscú.

Aeropuerto de Irkutsk
Mi enlace en Irkutsk es un tal Jack Sheremetoff, responsable del Baikaler Hostel de Irkutsk y un gran entusiasta de la región al que no llegué a conocer, pero que fue en último término el acicate para que me decidiese allá por mediados de agosto a viajar a Siberia. En nuestra correspondencia por email eventualmente me dijo que no me preocupase, que vendría a buscarme al aeropuerto (!!), bueno, ¡pues me sentí como un turista de primera clase, y gratamente sorprendido!, igual están promocionando ahora el negocio, y quizá les interese, en fin, quién sabe...

Me pongo en contacto por SMS con él desde el aeropuerto (por lo que puedo recordar la red telefónica móvil funcionó). Jack me devuelve el mensaje. Se encuentra fuera de Irkutsk y no puede acercarse... Esta posibilidad ya la barajaba como posible o muy posible y por lo tanto no me pilla de imprevisto. No obstante, me dice qué linea de autobus coger y dónde bajarme, lo cual se agradece. Poseo en mis manos un mapa de Irkutsk, fotocopias de google, que traigo desde Londres, en el cual anoté en su tiempo la localización exacta del hostal. A todo esto..., me doy cuenta de que voy demasiado ligero.

¡La mochila de facturación, una hora y pico ha pasado ya desde mi llegada, y no he recogido la mochila de facturación! Me desplazo raudo y veloz al área de recogida de maletas, ¡y no hay nada! Se despiertan mis temores, mi corazón empieza a batir en el interior de mi pecho, me acerco a un operario, me aseguro de las palabras necesarias en le phrase book de ruso: Pashalosta, ya iez Moskva pa samalyot, u minia..., no niet sdies seichaz, gdie? Éste operario me refiere a otro uniformado... Este, por su parte, me traslada al interior, en donde, SÍIIII, AHÍ ESTÁ mi mochila, la habían apartado a un lugar discreto... Спасиба! La suerte me sonrie de nuevo.




Pertrechado con la mochila, salgo por fin del aeropuerto, no sin ser reclamado otra vez por los taxistas, y me dirijo a la parada. Me encuentro un autobús y confirmo el número de línea con el conductor, sí, efectivamente, voy bien. El conductor, un hombre de facciones rusas, es simpático y sonriente, le pregunto sobre el tiempo necesario para llegar hasta la parada que me ha indicado Jack. Se muestra muy atento, y me indica que me siente y no me preocupe, que ya me dirá cuándo bajarme. Le pregunto el precio del billete y me dice que tranquilo, que me siente. Estamos dos pasajeros en todo el autobús, me siento. Miro por la ventana, el paisaje transmite abandono y caos. El tiempo algo desapacible tampoco contribuye al brillo del entorno. Cada vez hay más edificios de tipo administrativo con su característico sello neoclásico, estamos llegando al centro, recorremos la Calle Lenin, una de las principales.

El conductor me despide con una sonrisa y le pago el billete. Por lo que recuerdo, el importe es rídiculo para estándares Occidentales, ¡unos 16 céntimos de euro! El bolsillo me sonríe también. Bueno, ya puedo empezar a buscar el hostal.

La Calle Lenin - Lenin Ulitsa

Baikaler Hostel se encuentra en un patio interno accesible desde la Calle Lenin. Entro al patio y encuentro una puerta maltrecha de color marrón oscuro, pero con una etiqueta que indica junto al panel de timbres el hostal. ¡Bien! He llegado. Subo las escaleras y entro a recepción, me acoge una joven. Me indica mi cama en una habitación de literas para seis personas. Una habitación sin ambiciones decorativas en buen estado y moderna. Suficiente, este lugar es acogedor.
Discreta puerta de entrada al Baikaler Hostel

"Tomo posesión" del lugar, me estaciono. Durante los próximos días, el Baikaler Hostel será mi huesped, bien en Irkutsk bien mediante sus socios de mi próximo destino: la isla de Olkhon, en el Baikal. Decido pues a continuación cumplimentar el trámite requerido a todo visitante a Rusia: rellenar un formulario con todos los datos personales y de visado en el que debe detallarse también el huesped y la duración de la estancia en cada lugar. En este caso, son los huéspedes del Baikaler quienes me ahorran el "pequeño" contratiempo de tener que presentarme en una comisaría rusa, una cortesía digna de aplauso, ¡gracias!

Vuelvo a la habitación, en la que coincido con una chica de Aberdeen (Escocia), con la que entablo una charla, creo que los dos tenemos ganas de hablar empujados por el entusiasmo del viaje y la soledad, que obliga. Además nos entendemos bien en inglés. Me cuenta que viene de Japón, que ha ejercido en enseñanza obligatoria durante años como profesora de inglés y que vuelve a casa, pero en vez de hacerlo por avión, ha decidido tomárselo como un viaje, y hacerlo en el transiberiano, recorriendo toda Rusia hasta llegar a Europa. Me cuenta también anécdotas curiosas e interesantes de su experiencia en el centro de la cultura japonesa, yo quiero saber más e ir a visitar juntos Irkutsk, pero declina, tiene otros planes, qué se le va a hacer.

Tras descansar un poco, salgo a Irkutsk. Amenaza lluvia, pero me encamino desprovisto esta vez de la mochila grande por la Calle Karl Marx hacia el centro, hay bastante tráfico, los edificios están descuidados, los cables sobrevuelan la calle, la publicidad superpuesta y desordenada lo impregna todo. Parece que es día de mercado callejero, los puestos se alinean a ambos lados de una de las calles centrales, se vende sobre todo alimentación, productos del campo. Hay un mercado central tipo grandes almacenes, donde se suceden los puestos de alimentación pequeños, pero se venden también artículos de belleza e higiene y textil. Llueve y me adentro en el mercado cubierto. En el aire flota un olor característico a pescado, es mi primer contacto con el pescado típico del Baikal, el omul.


Compro algunas cosillas y practico rudimentos de ruso, bastante bien, consigo comunicarme. El centro alrededor de la Calle Karl Marx no da para mucho más, y menos con lluvia, así que vuelvo bajo un manto de  sirimiri al hostal. Mi plan es el siguiente: permanecer dos noches en Irkutsk, partir al Baikal y realizar en la isla de Olkhon, la mayor del Lago Baikal con diferencia, actividades de ocio que se anuncian con Baikaler Hostel (montar a caballo,...). Después seguiría mi itinerario hacia Mongolia. Ahora bien, la parte más excitante y quizá arriesgada es que sólo he planificado (reservas incluidas) algo menos de la mitad del viaje, por lo que todo está por hacer, tengo un billete de ida, lo cual me da mucha libertad para un periodo máximo de 20 días, pero también incertidumbre y despliegue de todas mis habilidades y atención en un ambiente totalmente desconocido. Había oído en el programa La Casa de la Palabra o en su hermano gemelo Levando Anclas, ambos de Roge Blasco en Radio Euskadi, que el consulado de Mongolia en Irkutsk expide visados con bastante rapidez y a precio no muy caro.

Intento llegar al consulado, a sólo unos cientos de metros del Baikaler Hostel, pero he actuado demasiado tarde, el consulado está ya cerrado y mañana día festivo no abren. Son en realidad unos cinco-seis días de espera, lo que sumiría el viaje en una total incertidumbre e improvisación, a lo cual se suma un nuevo e importante dato acerca del visado ruso. Poseo un visado de un mes, lo cual me habilita para una estancia máxima en Rusia de 30-31 días, PERO es de una entrada, y en caso de entrar y salir más de una vez en dicho periodo, procede un visado multientrada. La otra alternativa sería tramitar en el consulado ruso de Ulaan Bator, capital de Mongolia, un nuevo visado de entrada. En fin, con mucha pena, pero el sentido común se impone y abandono también mis ambiciones de viajar en el Transmongoliano hasta Beijing, me quedo a las puertas (pero queda mucho tiempo todavía...).

Arreglo a continuación la reserva del tren que me ha de llevar bordeando el Baikal a mi nuevo destino tras mi estancia en Olkhon: Ulan Ude, capital de Buriatia y próximo a la frontera con Mongolia. La chica de recepción se ofrece a darme una valiosísima ayuda, haciéndome ella misma esta reserva por e-ticket y ahorrándome un verdadero embrollo y más incertidumbre, ¡mil gracias otra vez!:) Luego, tras ultimar detalles con los amables asistentes de Baikaler acerca del hostal que me ha de acoger en Khuzir, decido partir al Baikal en un "autobús" furgoneta o microautobús rumbo a Olkhon, a Khuzir para más detalles, único pueblo de cierta entidad. Mis amables huéspedes me indican cuándo pasará la furgoneta por el Hostal Baikaler a recogerme, lo cual viene a ser un lujo. No me ha quedado claro lo del "paquete de actividades", no tanto el precio (lo cual no me preocupa mucho), sino quién lo organiza, que gente vamos a estar... ¡Todo queda en el aire! Salgo de buena mañana y me introduzco en la furgoneta oscura de 9 plazas tipo Nissan varada en frente del hostal. Somos tres o cuatro: un joven, una madre de facciones mongolas y su hijo y yo. Rumbo pues al Baikal, salimos de Irkutsk con un tiempo incierto, fresco, pero al menos el sol se deja ver entre las nubes.


Rodamos por una carretera nacional necesitada de atención, presenta una calzada agrietada y desigual así como baches. Miro con satisfacción el paisaje a través de la ventana, las desoladas llanuras con sus ocasionales pinos y las cabañas de madera oscura en condiciones de semi-abandono. A mitad del trayecto, tras un par de horas, paramos en una gasolinera para satisfacer nuestras necesidades fisiológicas. Aquí establezco mi primer contacto con los "servicios" característicos de esta región.

Los "servicios"

Se trata de un tipo de vater de caseta de madera, que ofrece una "interfaz" consistente en un pavimento de madera y un orificio central con diámetro de 30 centimetros conducente a una "unidad de almacenamiento masivo" (lo siento por la jerga, sólo para usuarios de ordenadores, je je), dicho de otra manera, un vater "a pulso", sólo que carente de agua corriente o red de alcantarillado que se lleve "el marrón", un pozo negro vaya. El olor no deja indiferente.

Tras una breve estancia en el lugar, reanudamos el viaje, y la calzada se deteriora cuando dejamos la carretera principal. Al poco deja de haber asfalto, ya no es más que una pista con muchos baches que el diligente conductor debe afanarse en esquivar, con cierto éxito. Las llanuras dan paso a la taiga, el bosque espeso que flanquea la carretera, verde, lomas pobladas de árboles, el traqueteo de la furgoneta dura decenas de kilometros aún hasta que el bosque empieza a retirarse. La pista presenta un terreno muy desigual, por lo que a veces el conductor debe hacer eses, de un lado al otro de la carretera mientras los vehículos procedentes de enfrente hacen lo propio. Nunca mejor dicho, una montaña rusa. No obstante, hay ganas de llegar ya. Deja de haber taiga, se abren extensas praderas de color heno, y las nubes dejan paso ya a una luz nítida que impregna todo el campo visual, el paisaje desprende magia. Avistamos agua por primera vez, y al poco la furgoneta se detiene, llegamos a un embarcadero, y al "mar".

Parece que está despejando...


La carretera comarcal,  flanqueada por bosques, nos conduce dirección norte hacia Olkhon

Saturday, January 14, 2012

Rumbo a Irkutsk

En el Hostal Napoleón de Moscú tengo ya todo preparado para salir. Me despido de los recepcionistas y les agradezco por su amable asistencia y resolver mis dudas, спасиба! Me sumerjo en el metro rumbo al sur. El Aeropuerto Domededovo se encuentra fuera del radio del metro, así que debo tomar un tren. Tras informarme en una jerga de inglés y ruso entremezclado con gestos acerca del lugar exacto en donde debo tomar el tren, llego por fin a Domededovo.

Como todos los aeropuertos, Domededovo (DME) es un lugar impersonal, frío, a lo que se añade el desconocimiento no solo del idioma, sino del alfabeto. Además, los paneles informativos de colores o icónicos brillan por su ausencia y el inglés está presente pero a un segundo nivel. Me doy cuenta de que todo el mundo embala el equipaje y hago lo propio con el mío (es obligatorio en Rusia). Me pongo a la cola, hay 5 personas por delante, no mucho. 

El billete de avión se puede comprar en la hoja web de la compañía S7 Siberian Airlines, el e-ticket es una opción muy cómoda, y es canjeado en la mesa de facturación por una tarjeta de embarque. Llego por fin, y tras verificar el pasaporte y la referencia del e-ticket, la agente del puesto de facturación me asesta el primer golpe: ¡la punta del bastón de montaña sobresale fuera del embalaje del equipaje (la mochila)!, ya -le digo- pero va bien sujeto, no presenta ningún problema. Ella que sí, y que debería hacer otro paquete... Me salgo de la fila y consigo cubrir la punta con más embalaje, vuelvo al mismo puesto de control saltándome la fila, indicándole macarrónicamente que acabo de estar con ella y que vengo por segunda vez. Me frunce el ceño pero accede y ¡prueba superada, paso al siguiente "nivel"!

Facturada la mochila de montaña, me quedo con la mochila pequeña, se hace ameno estar sin "la gran carga". El lounge de esta terminal es inhóspito, está muy concurrido, no se puede estar tranquilo sin que alguien te desequilibre por la mochila o tropieces con alguien. Me fijo en frente..., hay una especie de jaula de cristal, ridículamente llena de humo y de resignados fumadores acerrándose a su pitillo, la niebla de humo cubre todo el espacio cerrado.

Hay que estar atento a las pantallas porque no entiendo nada, hay largas colas en las tiendas, pero no importa porque un monitor anuncia que se retrasa el vuelo. Cojo unas patatas fritas o parecido y algún otro snack, todo my caro, incluso para estándares británicos, pero lo que me temía: me han visto cara de pardillo Occidental  e intentan cobrarme el doble..., un abuso indisimulado. Me quejo con mis cuatro palabras pero dejando claro qué es lo que pasa. El de atrás mio, que es ruso, confirma mi sospecha con los gestos, pero no hay salida, hay una cola enorme y esta discusión no va a ninguna parte. Mal sabor.

¡Listo para partir desde Domededovo!                      Foto: Dmitry A. Mottl

Bueno, llega el momento del embarque, el alegre avión verde y rojo de la compañía S7 (Siberian Airlines) aguarda, un 737 o parecido, no muy grande. Son aproximadamente las doce de la noche, embarcamos en el aparato, ¡buen aspecto!, sí señor, un decorado correcto y limpieza, azafatas sonrientes pero sin exagerar y trajes de color discreto, azul o gris. Ahora bien, he entrado ahora en una hoja web de promoción de la compañia y se diría que las imágenes de chicas rubias rusas luciendo generoso escote estratégicamente entreabierto (en todas las tomas) me desmienten. Se impone una cabezadita larga, y con ganas, estoy agotado, llegaremos pronto por la mañana a Irkutsk, pero el parte metereológico no augura lo mejor, afortunadamente traigo algo de ropa para lluvia. El sonido monótono de los motores planea sobre la cabina, el sueño es ligero.

Entre tanto nos sirven una comida. Pasan las horas, la oscuridad se va tornando resplandor rojo al alba, y el avión comienza a descender, presión en la nariz y oídos tapados.

Thursday, January 12, 2012

Un día y medio en Moscú

Voy a pasar un día y medio en Moscú, la ciudad es sólo una escala. Sin embargo, se trata de una escala "a gran escala", que bien merece una semana. Mi objetivo por el contrario se reduce a una permanencia efímera, Moscú en un tris, en un visto y no visto, pero mi propóstio es ambicioso, llegar hasta EL LEJANO ESTE, hasta... Mongolia. 

Desde la Estación Bielorussky me introduzco en el laberinto subterraneo del metro de Moscú. Próxima estación: Hostel Napoleon, un albergue de juventud situado a poco más de un kilometro de la Plaza Roja, en lo que llaman Kitay-Gorod, literalmente "la ciudad china", escrito Китай-Город. Ese es exactamente el lugar donde debo parar, importante quedarse con la imagen escrita para identificarla sobre el terreno, y no menos importante, la salida. En este caso, decido activar una especie de piloto automático que es el que va a regir toda mi ruta, un alfabeto "hostil" te deja casi indefenso.
La experiencia del metro moscovita

A continuación, acercamiento cauto a la ventanilla, ¡y en marcha los recursos lingüísticos!: "Zdrázvuitye! Ya ye du v..., adín (1)",con gesto de turista occidental que no se entera mucho. Bueno, pues ya está, un ticket single para toda la red metropolitana y, atención, unos 26 rublos si la memoria no me falla (62 céntimos de euro aproximadamente), ¡barato barato!

El metro de Moscú es amplio, no como el de Londres, y tremendamente regular y frecuente. El estilo decorativo del metro, del que ya había oído algo, es propio de un palacio del pueblo, sobrio pero elegante, hay estaciones temáticas especialmente elaboradas, pero no tengo tiempo para todo. Pongo atención constante a todo, las señales cuesta leerlas y no sé ya en que estación estoy. Todo son letras, y letras pequeñas, el contraste entre fondo y letras mínimo, y los paneles con iconos informativos en colores casi inexistentes: todo en ruso y colores discretos. En fin, pese a mi estado de alerta, me salto una estación y tengo que volver. Una hora y media después encuentro el Hostal Napoleon, se agradece la bienvenida de una chica joven que habla inglés, y me alojo en un dormitorio de seis, bien cuidado.

Dispongo de un día para visitar y extraer todo su jugo a mis fantasías "politico-viajeras" de juventud: ¡la Plaza Roja! ¡El mausoleo de Lenin! ¡Las Siete Hermanas de Stalin! ¡El Kremlin! Vamos, todo un Disneyland "para adultos".

San Basilio, magnífico
No hay mucho tiempo, así que me dispongo a tomar el "paquete básico", salgo del hostal y hasta la Plaza Roja. El tiempo ayuda, no llueve, pero están preparando el centenario de la ciudad y han instalado una estructura metálica que ocupa la mitad de la plaza, me fastidian el decorado, qué se le va a hacer. El mausoleo está cerrado, así que me dispongo a visitar la iglesia de San Basilio por dentro. El interior no es muy grande, el decorado es bastante austero y la entrada no es muy cara, una vez que se llega hasta Moscú merece la pena una visita...
Acceso al Kremlin desde el río

El río Moscú bordea el Kremlin
 Una vez fuera, desciendo hacia el río desde la Plaza Roja bordeando el Kremlin y me dirijo hacia la "Hermana de Stalin" más cercana. Las Hermanas de Stalin es un proyecto de rascacielos construidos tras la 2ª Guerra Mundial para ensalzar el perfil de la ciudad en competencia con los rascacielos estadounidenses y poner de relieve el poderío soviético tras la devastadora guerra. Kotelnicheski fue terminado en 1952, es el primero y el más cercano, un edificio de viviendas. Mezcla de racionalismo y clasicismo, hoy en día estos icónicos edificios han sido asociados a menudo con El Mal en la cultura pop occidental.
Edificio Kotelnicheski
Durante todo el camino, las obras entorpecen mi ruta en varios puntos. Tras visitar el edificio Kotelnicheski, vuelvo hacia el hostal. La calle Maroseyka de Kitay-Gorod es una calle "trendy" donde abundan cafeterías, comidas rápidas como McDonalds y otros comercios rusos o internacionales. Bastante caro. Como algo, no voy a decir dónde, y vuelvo al hostal.

Amanece un nuevo día, 26 de agosto, me levanto hacia las 9 y me encamino al nucleo neurálgico de la capital rusa, allí donde se encuentra todo el entramado administrativo y turístico. Tengo que atravesar la gran callé Novaya Ploshchad, una amplia calle que bien podría ser pista de aterrizaje.

Justo antes de llegar a la Plaza Roja, decido adentrarme en los Almacenes GUM, antiguos almacenes del Estado, hoy en día un recinto de estilo clásico reconvertido en el que se venden artículos de moda en comercios de gama media y lujo, y foco de atracción para turistas de toda Rusia que quieren mostrar su bienestar y poder adquisitivo. También hay cafeterías y comida rápida más o menos al estilo Occidental.
Grandes Almacenes GUM, precios occidentales (¡o peor!)
A continuación, me dirijo a extramuros del Kremlin donde se encuentra el monumento a los caídos de la 2ª Guerra Mundial, vigilado por dos guardias al más puro estilo soviético. El cambio de relevo es impresionante: movimientos totalmente hieráticos, gesto contundente (casi inexpresivo) y marcha marcial con piernas rectas batiendo firmemente el suelo, elevándose inmediatamente 90 grados hasta formar una línea horizontal y volviendo inmediatamente a batir el suelo.     

Estoy contando ya las horas que faltan para partir al aeropuerto, pero me da tiempo todavía a coger un metro hacia uno de los grandes polos de referencia en Moscú. He leído que la calle Tverskaya es una meca del nuevo consumismo ruso y de sus clases adineradas, así como centro de entretenimiento y vida nocturna. Salgo a la superficie, hace un día gris, vale, pero a primera vista el lugar no me impresiona: una ancha avenida, flanqueada por típicos edificios austeros y clásicos rusos, tráfico agobiante, luces de neón, paneles publicitarios, marañas de cables por doquier que se entrecruzan sobre las cabezas de viandantes y los vehículos. 

Es hora de volver, debo partir después de comer y desciendo al metro otra vez tras estudiar minuciosamente la red de metro, salgo en Kitay-Gorod y vuelvo a mi morada, al hostal.