Saturday, February 11, 2012

En el Lago Baikal: Olkhon

Lago Baikal: luz, agua y amplitud
Olkhon es la isla más grande del Baikal con gran diferencia, es una especie de península, sólo que separada de tierra firme por una brazo de agua de apenas 300 metros de ancho. El Lago Baikal, por su parte, es una vasta región, todo un ecosistema, reserva ecológica de gran valor y nucleo de atracción del territorio circundante, es un ente con vida propia. El Baikal es además un territorio sagrado, representa el cordón umbilical del mundo, su centro, según los nativos buriaty. "La naturaleza y el espíritu del lago están llenos de una energía que une a las personas y a sus descendientes con la fuerza global del universo, de la tierra y de la gente", afirman los chamanes buriatos

No en vano es el lago más viejo del mundo, y el mayor de agua dulce si se mide por volumen. Alberga ni más ni menos que una quinta parte del agua dulce de todo el mundo, almacenada no tanto en la superficie ocupada como en la profundidad que alcanzan sus aguas. A reseñar, el abismo que flanquea por el este a la propia isla, en la que se erigen espectaculares barrancos que hunden sus raices en las aguas del "Mar Grande", como le llaman los nativos buriatos y los rusos, hasta una profundidad de 1.680 metros prácticamente en caida libre.

Las dos orillas del Lago Baikal, separadas por una masa enorme de agua dulce
























Esta circunstancia le otorga al lago unas cualidades especiales, el ser un ecosistema de gran riqueza en el que habitan focas propias del Baikal, a las que denominan nerpa, o tal y como descubrí de oido, ñirpa. Otra característica especial es que según relatan los habitantes de la zona este agua dulce es PO-TA-BLE, pese a que embarcaciones de diferente tipo naveguen por sus aguas y desagües de diversa índole terminen en ellas (¡yo, por si acaso, no me aventuré en la experiencia!). A destacar entre los vertidos, una fábrica de papel ubicada en el extremo suroeste, la zona más poblada y antropizada, en la localidad de Baykalsk, y cerrada temporalmente a finales de los 90 por presión de las protestas suscitadas, pero reabierta hace no mucho.


Una pequeña franja de agua separa Olkhon de tierra firme
Vamos allá
Mar en calma, paisajes pelados y luz



Tras llegar al embarcadero, diviso el extremo opuesto del brazo de agua que nos separa de la isla. Un ferry se encuentra en la orilla opuesta. Mientras tanto, bajamos de la furgoneta y estiramos las piernas, contemplamos un entorno de color amarillento desnudo de vegetación pero gran belleza realzado por una extraordinaria nitidez visual. Un puesto de souvenirs reclama nuestra atención con adornos y artículos decorativos, postales, imanes, bolígrafos de recuerdo, etc. Debemos pagar también el billete que no se incluye en la tarifa del microbús, 15-20 euros por lo que puedo recordar, me parece bastante caro. Pasamos por fin al otro lado, y reanudamos el viaje, todavía casi una hora más de trayecto. Rodamos por una ruta desprovista de asfalto, una pista vaya, y un viaje de mucha agitación que acaba haciendo mella a pesar del austero pero esplendoroso atractivo que nos circunda. ¡Quiero llegar!

Llegamos. Una esplanada da paso a un nucleo grande de casas pequeñas de construcción aparentemente frágil, básicamente madera. Entramos por una de las calles y el microbús se para. El conductor me indica el hostal donde me voy a alojar, es una especie de recinto de cabañas. Me despido y llamo al timbre. Una mujer de unos 50 me abre la puerta y me saluda en ruso, le replico "zdrázvuytie" (de preferencia al informal  "priviet", escrito privet привет). Le indico que vengo con Baikaler, asiente sonriente y entro, me conduce a mi cuarto, individual, no está mal, austero, pero esto era lo que se anunciaba, "en convivencia con una familia nativa" (rusa). Pues sí.
El "Bed&Breakfast" de Khuzir
Ahora bien, yo quiero saber acerca de las actividades, adónde debo dirigirme, pero según converso con la señora de la casa y otros viajeros Occidentales que me encuentro en el comedor voy cayendo en la cuenta  de que no existen tales actividades organizadas, que va por mi cuenta... ¡Lo que sí tengo contratado es una estancia de tres noches y dos días enteros! ¿Qué hacer? Me desespero un poco. Allí nadie organiza nada, se trata de un DIY, un móntatelo tú mismo, con desayuno y cena incluída. En la soledad de mi cuarto, abro y examino el mapa.
Una calle en Khuzir por la tarde
Decido ir al centro del pueblo, un cruce de calles sin asfaltar, y pregunto por una oficina de turismo o actividades turísticas. Me señalan la puerta de una casa de madera localizada allí mismo en el que hay postales y otros objetos turísticos. Estoy solo y el asistente me mira con cierta extrañeza ("¿Qué hace este perdido aquí?"), parece que se dispone ya a cerrar el local. Le insto a que me rescate (!), le sugiero que me proponga alguna actividad, que seguro tiene que haber, él no muestra gran entusiasmo pero me atiende. Me ofrece un paseo a caballo a uno de los lagos de Olkhon, lugar de gran belleza según confirmo después en el comedor del hostal. Me informa de que son todos rusos, que dan primero una pequeña instrucción de cómo  montar, y que no hay nada en inglés, pero me resigno a la oferta. La caravana partirá mañana a media mañana desde el cruce de calles, de acuerdo. El tiempo es estupendo, hay un esplendor que transmite armonía. Paseo un poco por el pueblo y me retiro a cenar, horario inglés, hacia las 6 o 7.
Viajeros de Hong Kong
La próxima mañana bajo al desayuno y me encuentro a dos chicos jóvenes, de origen chino muy simpáticos y con cierta vena irónica algo desconcertante, son de Hong Kong. Traen un plan parecido al mío, aventurero. Me comentan que no saben nada de actividades, pero que sí estuvieron en una excursión a caballo que iba a un lago. Conversamos un rato, sacio mis curiosidades sociolingüísticas acerca de ciertas fricciones en Hong-Kong (el mandarín está siendo introducido a costa del cantonés, dialecto o lengua nativa), y me retiro. He decidido no ir a los caballos, no por nada. He preferido evitar la incertidumbre que supondría integrarme en un grupo ruso donde se dan instrucciones prácticas en ruso. Me presento en la "oficina de turismo", le comunico mi decisión y le pregunto si tiene otra alternativa, a lo cual asiente. Una furgoneta va a partir hacia el norte a una de las zonas más bellas de la isla, se trata de un grupo de rusos. Bueno, ahí que vamos, aquí al menos me llevan, y no tengo que aprender nada, je je.

En poco más de una hora, aparecen unas chicas rusas y un chico ruso por la oficina, a una de ellas le pregunto si va a la excursión, me dice que sí, me dice también que sí habla inglés. Al poco montamos en la furgoneta. El conductor es un nativo buriato muy simpático de estatura pequeña que nos invita a entrar a la furgoneta. Entramos unos ocho, y arrancamos hacia el norte. La furgoneta no tiene amortiguadores claro, y recorremos una pista plagada de baches.

Estirando las piernas
Hacemos una parada y proseguimos una hora hasta las campas que se extienden sobre la punta norte de la isla, donde se detiene la furgoneta. Allí nos dispersamos caminando por una senda hacia el cabo norte, que culmina con una gran roca a forma de pared, un entorno en el cual se dice que frecuentan las focas (¡ñirpa!) según nos indica nuestro guía.
Saludos de un foraneo
Dejamos a la derecha unos precipicios impresionantes y una gran masa agua azul. En el camino, al borde de un acantilado, nos encontramos un poste decorado con lazos de colores que los ganaderos buryatos dedican a los espíritus para que les sean propicios. En la base del poste, varias ofrendas, como monedas y cigarrillos. Otro rito consiste en pensar en un deseo mientras se vierte vino junto al poste. Yo no me quedo atrás y también lo hago. Luego, saco una foto con una de las pasajeras de nuestra furgoneta de procedencia buriata, que viaja con su hijo. Me saco una foto con ella junto al poste, le he pasado el brazo sobre el hombro, pero creo que con poca fortuna, me siento algo torpe. Creo que como en otras tantas culturas orientales, no es  acertado tocar a la persona para mostrar afecto. En fin, creo que ha entendido mi benevolencia...

A continuación reanudo mi camino hacia la roca situada en el cabo norte de la isla. He perdido contacto con las chicas rusas de Irkutsk de la furgoneta pero vuelvo a encontrarlas al poco. Sacamos algunas fotos. Una de las chicas es guapa y muy simpática, la otra (físicamente más "resultona") es más seca. Me cuentan que están en Olkhon pintando cuadros, artisticamente vaya. Desde luego el esplendor que irradia el entorno da pie a fantásticos paisajes. La chica físicamente más atractiva habla algo de inglés, y me cuenta que llevan más de diez días en la isla pintando cuadros, me dice también que ella está aburrida ya de pintar. Después nos separamos y vuelvo sobre mis pasos hacia la furgoneta. Allá esperan tres o cuatro personas sentados en una mesa de picnic, con el simpático guía preparando una sopa de pescado (¡uja!, le llama). Espero un rato pero la parejita joven moscovita y Jana y Nastya (así se llaman) no aparecen.

En ese momento me impaciento un poco e indico al guía que voy a buscarles y que en algún punto del camino los encontraré (¡No hay otro camino! O eso pensaba yo...). Parto a paso ligero hacia el norte, seguro de mi capacidad montañera y de rehacer el camino atrás sin dilación. Creo que hice unos dos kilometros andando de nuevo hasta el cabo, pero en vano. No LAS encuentro y decido volver, se está haciendo tarde. Con las plantas de los pies algo tocadas llego a la zona de picnic donde estaban estacionados ya todos los compañeros de pasaje. El guía estaba algo inquieto, preocupado, me dice que estaba pensando en llamar a los servicios de búsqueda. (...) Me siento algo avergonzado. No obstante, su crispación se rebaja rápidamente y me dice que no importa, que lo he hecho con buena intención y que no ha pasado nada.

Los buriatos son un pueblo "prototipo" de gente buena, transmiten armonía y tranquilidad. Los buriatos sostienen que si algo mal has hecho se debe a que una circunstancia externa te ha impulsado a ello. Si algo bueno has hecho por el contrario se debe a tu propia voluntad. Es una perspectiva muy optimista, y son gente muy accesible. Los buriatos habitan alrededor del Lago Baikal y al sur de él, en la Republica de Buriatya.

Me siento a la mesa y como "uja" mientras reflexiono en silencio sobre mi aventura. Francamente, creo que me he dejado llevar por la testosterona, y punto.


Friday, February 3, 2012

Irkutsk

En mi infancia una de las lecturas de aventuras que se barajaban como opción para chicos de mi edad era Julio Verne Jules Verne, bien en formato comic, bien en formato novela juvenil. Entre éstas, había una llamada Miguel Strogoff, la historia de un emisario del buen zar que debe atravesar Rusia hacia el este para llegar a Irkutsk. Ni qué decir tiene que en el camino encuentra todo tipo de vicisitudes, como el ataque de los tartaros, que lo someten a un horroroso cegamiento por metal incandescente pero que logra superar, con gran misterio, gracias al efecto de sus lágrimas, o algo así... Lo cierto es que siempre me ha hechizado el nombre de esta ciudad mítica localizada en los confines de la civilización europea y en mitad de la taiga y de un ambiente exótico a la vez que hostil.

Aterrizamos bajo un cielo encapotado y algo de lluvia, no hace calor, más bien frío, pero todavía estamos a 26 de agosto. Afronto el aterrizaje y la primera incursión en el aeropuerto con cierta alerta: por lo que parece, yo soy el único occidental. Somos la primera llegada de la mañana, el aeropuerto está medio vacío, inspecciono el entorno y salgo fuera un momento. Tiempo gris, no hay tráfico, no veo autobuses. Las miradas se dirigen a mi, esta vez se trata de un puñado de hombres morenos que se dirigen a mi en ruso y en inglés, no hace falta saber mucho: taxi. No solo me viene uno, sino que se me acercan más y además alguno insiste. Decido alejarme, e irme a desayunar a la cafetería del aeropuerto que acaba de abrir. Pido cafe y algo para untar, no está mal. El precio caro, un precio de aeropuerto, pero barato en comparación a Moscú.

Aeropuerto de Irkutsk
Mi enlace en Irkutsk es un tal Jack Sheremetoff, responsable del Baikaler Hostel de Irkutsk y un gran entusiasta de la región al que no llegué a conocer, pero que fue en último término el acicate para que me decidiese allá por mediados de agosto a viajar a Siberia. En nuestra correspondencia por email eventualmente me dijo que no me preocupase, que vendría a buscarme al aeropuerto (!!), bueno, ¡pues me sentí como un turista de primera clase, y gratamente sorprendido!, igual están promocionando ahora el negocio, y quizá les interese, en fin, quién sabe...

Me pongo en contacto por SMS con él desde el aeropuerto (por lo que puedo recordar la red telefónica móvil funcionó). Jack me devuelve el mensaje. Se encuentra fuera de Irkutsk y no puede acercarse... Esta posibilidad ya la barajaba como posible o muy posible y por lo tanto no me pilla de imprevisto. No obstante, me dice qué linea de autobus coger y dónde bajarme, lo cual se agradece. Poseo en mis manos un mapa de Irkutsk, fotocopias de google, que traigo desde Londres, en el cual anoté en su tiempo la localización exacta del hostal. A todo esto..., me doy cuenta de que voy demasiado ligero.

¡La mochila de facturación, una hora y pico ha pasado ya desde mi llegada, y no he recogido la mochila de facturación! Me desplazo raudo y veloz al área de recogida de maletas, ¡y no hay nada! Se despiertan mis temores, mi corazón empieza a batir en el interior de mi pecho, me acerco a un operario, me aseguro de las palabras necesarias en le phrase book de ruso: Pashalosta, ya iez Moskva pa samalyot, u minia..., no niet sdies seichaz, gdie? Éste operario me refiere a otro uniformado... Este, por su parte, me traslada al interior, en donde, SÍIIII, AHÍ ESTÁ mi mochila, la habían apartado a un lugar discreto... Спасиба! La suerte me sonrie de nuevo.




Pertrechado con la mochila, salgo por fin del aeropuerto, no sin ser reclamado otra vez por los taxistas, y me dirijo a la parada. Me encuentro un autobús y confirmo el número de línea con el conductor, sí, efectivamente, voy bien. El conductor, un hombre de facciones rusas, es simpático y sonriente, le pregunto sobre el tiempo necesario para llegar hasta la parada que me ha indicado Jack. Se muestra muy atento, y me indica que me siente y no me preocupe, que ya me dirá cuándo bajarme. Le pregunto el precio del billete y me dice que tranquilo, que me siente. Estamos dos pasajeros en todo el autobús, me siento. Miro por la ventana, el paisaje transmite abandono y caos. El tiempo algo desapacible tampoco contribuye al brillo del entorno. Cada vez hay más edificios de tipo administrativo con su característico sello neoclásico, estamos llegando al centro, recorremos la Calle Lenin, una de las principales.

El conductor me despide con una sonrisa y le pago el billete. Por lo que recuerdo, el importe es rídiculo para estándares Occidentales, ¡unos 16 céntimos de euro! El bolsillo me sonríe también. Bueno, ya puedo empezar a buscar el hostal.

La Calle Lenin - Lenin Ulitsa

Baikaler Hostel se encuentra en un patio interno accesible desde la Calle Lenin. Entro al patio y encuentro una puerta maltrecha de color marrón oscuro, pero con una etiqueta que indica junto al panel de timbres el hostal. ¡Bien! He llegado. Subo las escaleras y entro a recepción, me acoge una joven. Me indica mi cama en una habitación de literas para seis personas. Una habitación sin ambiciones decorativas en buen estado y moderna. Suficiente, este lugar es acogedor.
Discreta puerta de entrada al Baikaler Hostel

"Tomo posesión" del lugar, me estaciono. Durante los próximos días, el Baikaler Hostel será mi huesped, bien en Irkutsk bien mediante sus socios de mi próximo destino: la isla de Olkhon, en el Baikal. Decido pues a continuación cumplimentar el trámite requerido a todo visitante a Rusia: rellenar un formulario con todos los datos personales y de visado en el que debe detallarse también el huesped y la duración de la estancia en cada lugar. En este caso, son los huéspedes del Baikaler quienes me ahorran el "pequeño" contratiempo de tener que presentarme en una comisaría rusa, una cortesía digna de aplauso, ¡gracias!

Vuelvo a la habitación, en la que coincido con una chica de Aberdeen (Escocia), con la que entablo una charla, creo que los dos tenemos ganas de hablar empujados por el entusiasmo del viaje y la soledad, que obliga. Además nos entendemos bien en inglés. Me cuenta que viene de Japón, que ha ejercido en enseñanza obligatoria durante años como profesora de inglés y que vuelve a casa, pero en vez de hacerlo por avión, ha decidido tomárselo como un viaje, y hacerlo en el transiberiano, recorriendo toda Rusia hasta llegar a Europa. Me cuenta también anécdotas curiosas e interesantes de su experiencia en el centro de la cultura japonesa, yo quiero saber más e ir a visitar juntos Irkutsk, pero declina, tiene otros planes, qué se le va a hacer.

Tras descansar un poco, salgo a Irkutsk. Amenaza lluvia, pero me encamino desprovisto esta vez de la mochila grande por la Calle Karl Marx hacia el centro, hay bastante tráfico, los edificios están descuidados, los cables sobrevuelan la calle, la publicidad superpuesta y desordenada lo impregna todo. Parece que es día de mercado callejero, los puestos se alinean a ambos lados de una de las calles centrales, se vende sobre todo alimentación, productos del campo. Hay un mercado central tipo grandes almacenes, donde se suceden los puestos de alimentación pequeños, pero se venden también artículos de belleza e higiene y textil. Llueve y me adentro en el mercado cubierto. En el aire flota un olor característico a pescado, es mi primer contacto con el pescado típico del Baikal, el omul.


Compro algunas cosillas y practico rudimentos de ruso, bastante bien, consigo comunicarme. El centro alrededor de la Calle Karl Marx no da para mucho más, y menos con lluvia, así que vuelvo bajo un manto de  sirimiri al hostal. Mi plan es el siguiente: permanecer dos noches en Irkutsk, partir al Baikal y realizar en la isla de Olkhon, la mayor del Lago Baikal con diferencia, actividades de ocio que se anuncian con Baikaler Hostel (montar a caballo,...). Después seguiría mi itinerario hacia Mongolia. Ahora bien, la parte más excitante y quizá arriesgada es que sólo he planificado (reservas incluidas) algo menos de la mitad del viaje, por lo que todo está por hacer, tengo un billete de ida, lo cual me da mucha libertad para un periodo máximo de 20 días, pero también incertidumbre y despliegue de todas mis habilidades y atención en un ambiente totalmente desconocido. Había oído en el programa La Casa de la Palabra o en su hermano gemelo Levando Anclas, ambos de Roge Blasco en Radio Euskadi, que el consulado de Mongolia en Irkutsk expide visados con bastante rapidez y a precio no muy caro.

Intento llegar al consulado, a sólo unos cientos de metros del Baikaler Hostel, pero he actuado demasiado tarde, el consulado está ya cerrado y mañana día festivo no abren. Son en realidad unos cinco-seis días de espera, lo que sumiría el viaje en una total incertidumbre e improvisación, a lo cual se suma un nuevo e importante dato acerca del visado ruso. Poseo un visado de un mes, lo cual me habilita para una estancia máxima en Rusia de 30-31 días, PERO es de una entrada, y en caso de entrar y salir más de una vez en dicho periodo, procede un visado multientrada. La otra alternativa sería tramitar en el consulado ruso de Ulaan Bator, capital de Mongolia, un nuevo visado de entrada. En fin, con mucha pena, pero el sentido común se impone y abandono también mis ambiciones de viajar en el Transmongoliano hasta Beijing, me quedo a las puertas (pero queda mucho tiempo todavía...).

Arreglo a continuación la reserva del tren que me ha de llevar bordeando el Baikal a mi nuevo destino tras mi estancia en Olkhon: Ulan Ude, capital de Buriatia y próximo a la frontera con Mongolia. La chica de recepción se ofrece a darme una valiosísima ayuda, haciéndome ella misma esta reserva por e-ticket y ahorrándome un verdadero embrollo y más incertidumbre, ¡mil gracias otra vez!:) Luego, tras ultimar detalles con los amables asistentes de Baikaler acerca del hostal que me ha de acoger en Khuzir, decido partir al Baikal en un "autobús" furgoneta o microautobús rumbo a Olkhon, a Khuzir para más detalles, único pueblo de cierta entidad. Mis amables huéspedes me indican cuándo pasará la furgoneta por el Hostal Baikaler a recogerme, lo cual viene a ser un lujo. No me ha quedado claro lo del "paquete de actividades", no tanto el precio (lo cual no me preocupa mucho), sino quién lo organiza, que gente vamos a estar... ¡Todo queda en el aire! Salgo de buena mañana y me introduzco en la furgoneta oscura de 9 plazas tipo Nissan varada en frente del hostal. Somos tres o cuatro: un joven, una madre de facciones mongolas y su hijo y yo. Rumbo pues al Baikal, salimos de Irkutsk con un tiempo incierto, fresco, pero al menos el sol se deja ver entre las nubes.


Rodamos por una carretera nacional necesitada de atención, presenta una calzada agrietada y desigual así como baches. Miro con satisfacción el paisaje a través de la ventana, las desoladas llanuras con sus ocasionales pinos y las cabañas de madera oscura en condiciones de semi-abandono. A mitad del trayecto, tras un par de horas, paramos en una gasolinera para satisfacer nuestras necesidades fisiológicas. Aquí establezco mi primer contacto con los "servicios" característicos de esta región.

Los "servicios"

Se trata de un tipo de vater de caseta de madera, que ofrece una "interfaz" consistente en un pavimento de madera y un orificio central con diámetro de 30 centimetros conducente a una "unidad de almacenamiento masivo" (lo siento por la jerga, sólo para usuarios de ordenadores, je je), dicho de otra manera, un vater "a pulso", sólo que carente de agua corriente o red de alcantarillado que se lleve "el marrón", un pozo negro vaya. El olor no deja indiferente.

Tras una breve estancia en el lugar, reanudamos el viaje, y la calzada se deteriora cuando dejamos la carretera principal. Al poco deja de haber asfalto, ya no es más que una pista con muchos baches que el diligente conductor debe afanarse en esquivar, con cierto éxito. Las llanuras dan paso a la taiga, el bosque espeso que flanquea la carretera, verde, lomas pobladas de árboles, el traqueteo de la furgoneta dura decenas de kilometros aún hasta que el bosque empieza a retirarse. La pista presenta un terreno muy desigual, por lo que a veces el conductor debe hacer eses, de un lado al otro de la carretera mientras los vehículos procedentes de enfrente hacen lo propio. Nunca mejor dicho, una montaña rusa. No obstante, hay ganas de llegar ya. Deja de haber taiga, se abren extensas praderas de color heno, y las nubes dejan paso ya a una luz nítida que impregna todo el campo visual, el paisaje desprende magia. Avistamos agua por primera vez, y al poco la furgoneta se detiene, llegamos a un embarcadero, y al "mar".

Parece que está despejando...


La carretera comarcal,  flanqueada por bosques, nos conduce dirección norte hacia Olkhon