Saturday, February 16, 2013

Llevado por el impulso, y la ocasión

Había terminado destrozado mi excursión temeraria, pero el baño en el Maloye Mope o Mar Menor me había reconfortado por instantes. Me dirijo ahora al hostal (o B&B...) a cenar, ahora que todavía hay sol. En la excursión del día anterior, una chica rusa de Irkutsk me ha pasado su teléfono a instancias mías, no sé si con mucho convencimiento por su parte, pero me quedo prendado de ella: la chica que sabía inglés, Jana. Jana me ronda en la cabeza, y un hormigueo general acaricia mi piel.


Llego al hostal y me dispongo a cenar. Ceno solo, aunque alado hay un grupo de personas de diferentes grupos y procedencias, pero hablan castellano. Me mantengo al margen, queriendo evitar todas estas alusiones de tipo "¡hombre, español!", y otras supuestas afinidades. Creo que eran latinoamericanos en cualquier caso. El grupo termina su cena, y permanece sentado un chico más joven que los demás, treinta y pico. Con el postre sobre la mesa, establezco contacto visual con él y empezamos a charlar. Me dice que es de Colombia, pertenece a un grupo de bailes folclóricos de gran popularidad en Rusia, y me ofrece un esbozo de sus vivencias por el país. No era su primera vez en Rusia, y algo sabía de ruso también, se dedicaba a establecer contactos para nuevos encuentros folclóricos, estaba muy complacido con la acogida rusa...



Me pasa luego a relatar también la buena recepción que le brindaban las chicas rusas, lo amables y acogedoras que son... Me pone al corriente de cómo va el ligoteo en Rusia, de la demanda de chicos y chicos extranjeros, del B-Kontakte (una especie de red social de contactos muy popular en Rusia que hace las veces de Facebook), etc.



Esta conversación amistosa e interesante no me distrae de lo mío, más bien contribuye, claro. El próximo día yo partiría de nuevo a Irkutsk..., ¡y perdería la ocasión de reencontrarla! En fin, "que sea lo que Dios quiera". Compartimos datos electrónicos, y me despido amistosamente de mi comensal de postre. Me cambio de ropa, salgo abro la verja y me aventuro al pueblo, al centro. Al poco llego al centro de Khuzir, un cruce de caminos, cuando el sol está próximo a ocultarse detrás del bosque.





Me pongo a hurdir un plan para contactar a Jana. Tengo un teléfono inglés que no funciona en territorio ruso. Aún y todo, lo intento, llamo a su número de teléfono, no da señal. Me acuerdo de que para llamar a esta zona se precisa de un prefijo que tengo apuntado, un código regional: lo intento de ese modo también, pero nada. Es posible que el estándar de frecuencia de honda sea diferente al de mi teléfono inglés, probablemente. Por lo que compruebo ahora en Estados Unidos, los teléfonos tienen diferente frecuencia de honda y por mucho que cambies de tarjeta SIM, si la tecnología no da, no da, ¡atención al detalle! Te compras un teléfono o smartphone en Estados Unidos para utilizarlo en Europa, te dispones a hacer uso del fantástico aparato, y he ahí que te quedas con un palmo de narices. Venta rápida, y pasando del detalle.


Me obceco, ¡tiene que haber algún modo! Me acuerdo entonces de que en el hostal - bar central del pueblo, el Nikita's Guesthouse, una especie de mansión de madera, tienen Internet, es decir, un ordenador conectado a Internet. Me apresuro al lugar, y pregunto por Internet en su bar de iluminación tenue y prácticamente vacío, me señalan las escaleras, subo al segundo piso de donde un resplandor en una habitación me indica que hay ACTIVIDAD HUMANA, y encuentro a un chico de aspecto tímido a punto de desconectar el ordenador... Le insto a que me deje hacer una llamada a través de mi cuenta de Skype, le digo que solamente un par de minutos ("¡Pashalosta dva minute!"), pero el compañero no está por la labor de alargar su jornada laboral..., no hay nada que hacer.

Vuelvo decaído por mi infructuosa empresa, y me alejo del Nikita's Guesthouse hacia mi hostal. Sin embargo, mira por dónde, tropiezo con una de las pasajeras de la excursión de ayer y su hijo, la saludo, "¡Prevet!", y se me ocurre, pedirle, su teléfono, para hacer una breve llamada... Accede, y hago la llamada por fin, y me cogen, BIEN. Me habla Jana con una voz lejana, oigo ruidos y voces, me dice que están reunidos con la chica de Moscú y su novio, su tono no presagia nada emocionante la verdad, luego la chica de Moscú se pone al teléfono,... confusión. Me dice ésta que van a pasar por donde yo estoy en 15 minutos. ¿En 15 minutos? Vaya, me quedo, a ver qué pasa. 

Está oscuro ya, miro alrededor y apenas veo a nadie, una sombra que de ciento en viento cruza la calle-camino, y un montón de casas de madera tipo cabaña flanqueandola. Aparcados, algunos vehículos, aquí los coches son escasos todavía, algunos de tipo Occidental, pero muchos aún de tipo ruso.

Llega un coche..., y de sus ventanas asoman varias caras. Jana, el chico de Moscú con cara de perdona-vidas, su novia encantadora también de Moscú, y Nastya. Vienen bastante alegres, parece que han bebido algo. La chica de mis ojos permanece en segundo plano, Nastya y la chica de Moscu se dirigen a mí con un gesto divertido y amable. Les entiendo con dificultad, pero sé que me invitan a su fiesta tranquila en una casa que no sé dónde está, "si quieres", dice Jana. Me siento confuso, no percibo el ambiente y prefiero no aventurarme en un lugar que no sé dónde está y desde el que no sé como voy a llegar a mi hostal en medio de la oscuridad, pues aquí no hay alumbrado público. Cuando oscurece, oscurece, y todos a sus casas.

Les saludo y me despido de todos. El coche reanuda su marcha y se aleja. Aquí termina la aventura, y en mi retirada me alberga cierto sentimiento de frustración y perplejidad. Ahora sí, me dirijo cansado hacia el hostal, de cuya localización precisa no estoy seguro. Sentido de la orientación no me falta y me voy guiando según me acerco. Abro la cerca y subo a mi habitación. Hace frío afuera y acojo con agrado la cama. Estoy agotado y tengo las piernas destrozadas.