Saturday, March 24, 2012

Una excursión algo temeraria

Domingo, 29 de agosto. Tengo tendencia a urgar en las partes ocultas, en la cara B, en el lado no declarado, en el lado solapado. Y Olkhon es una isla dividida en dos: en el oeste anchos campos de color heno cubren las faldas de las colinas, la nitidez y la belleza lo domina todo. En la parte este, sin embargo, la más alta (y yo tiendo al monte), la taiga se muestra inhóspita, oculta, hostil, indómita.

El domingo del 29 de agosto me propuse adentrarme en esa parte no publicitada, quería descubrir el tipo de fauna y paisaje que se oculta en ese manto vegetal perdido en la mitad de Asia. Parto desde el hostal hacia el interior por una pista, el tiempo acompaña, excelente, ¿20 ºC? Abandono la zona construida de Khuzir, y la pista ascendente me conduce por un bosque de pinos. No tardo en empezar a ver basuras arrojadas a ambos lados de la pista, parece que hay gente que no se toma la molestia de pagar el impuesto de basuras correspondiente o le resulta más cómodo desprenderse de ella sin más esfuerzo.

Salgo de la zona arbolada hacia campo abierto. El paisaje es estupendo, y diviso gran parte de la costa oeste de la isla de Olkhon. Me detengo en un hito pastoril buryato en el que se erije un palo abrigado por lazos a lo largo de su circunferencia. Voy tomando altura y llego a la zona que bordea el bosque, comienzan los pinos.


Me ciño a un camino ancho que se va adentrando en la taiga. Poco a poco, los claros que se abren entre los pinos van quedando atrás y el bosque se va haciendo más espeso. La pista maderera va menguando en anchura. Mi plan consiste en caminar dirección hacia el norte para confluir de acuerdo al mapa con una pista que atravesaría de este a oeste la isla. Calculo unos 16 kilómetros máximo.

Sigo hacia delante, pero no encuentro indicios claros de caminos recientemente utilizados, ni señales, pero me ciño temerariamente a la pista, que ya no es más que un estrecho sendero sobre el que asoma la vegetación en forma de arbustos varios. Ya no estoy seguro de que esté yendo a ninguna parte... He caminado bastante e intento acerrarme al plan inicial, a costa de tener que limpiar el camino de todo tipo de ramas. De hecho..., ¿hay camino ya?

Miro alrededor y no encuentro nada, empiezo preocuparme, sí, estoy perdido. No obstante, la visibilidad es buena, hace sol.

La espesura se cierra sobre mí progresivamente, los espinos y arbustos arañan mis piernas y brazos, las ramas extienden su dominio hacia el centro del sendero, reclamándome constantemente.
Cada vez más debo levantar más las piernas para pisar las ramas atravesadas en mi ruta. Me paro un momento, y en medio de todo, ¡encuentro un hormiguero gigante! Me acerco y las hormigas, bastante grandes, empiezan a subir por mis piernas, y la emprenden conmigo. Éstas pican.

Decido alejarme y reanudar la marcha pendiente abajo, básicamente campo a través, pero parece que sí hay un sendero, y la vegetación se abre un poco. Me ciño a este sendero y voy bajando hacia el oeste, donde empiezo a ver señales de actividad humana: vegetación cortada. Llego a la cabecera de una pista, ¡sí! Voy descendiendo y sigo hacia el norte, la pista se hace más nítida y me ciño a ella, llego incluso a un claro, me tranquilizo, y decido dejar que la pista me conduzca.
¡Pedazo horniguero!
No obstante, según comienza a ascender se bifurca varias veces y en este instante, tras caminar de forma ascendente un par de horas, llego a un amplio claro de bosque podado, donde parece que termina la pista. Hay que tomar decisiones urgentes, el sol está descendiendo y yo estoy perdido en medio de la taiga de una isla en medio de Asia en la que nadie sabe que estoy. Si sigo emperrando en seguir adelante, puedo ocurrir lo peor, perderme y no poder volver. Se impone una decisión pragmática: volver más de dos horas sobre mis pasos a lo que parecía un paisaje más abierto, bajo y transitado con la esperanza de que acabe sacándome del bosque.

Tengo las plantas de los pies ya muy resentidas, pero hay que seguir. No queda otra que impulsar mi cuerpo hacia delante de forma indolente y mecánica, se está haciendo tarde. Comienza un via crucis monótono por un camino ya transitado, pero en el que convergen y del que parten otros, dando pie siempre a la incertidumbre. Tras un largo trayecto, llego por fin al cruce en el que había desembocado monte abajo, y en ese punto me ciño a la pista principal que parece seguir descendiendo. La pista serpentea pero no deriva en ningún claro ni zona antropizada. Sin embargo, ¡al rato veo en la distancia un 4x4 que se aleja!, un gran alivio me recorre el cuerpo: "civilización"... (esto es muy raro que salga de mis labios). Al poco veo unos bancos de madera y la pista se hace más ancha, el paisaje se vuelve más abierto y llego a una especie de zona de picnic, ¡estoy salvado (pero reventado)!

Ya no resta más que andar un par de kilometros prácticamente en llano y bosque abierto. Llego inesperádamente prácticamente a mi lugar de partida y llego en poco tiempo al hostal, destrozado.


Ocurre un hecho paradójico: estoy destrozado, pero es una tarde maravillosa, nítida, la luz... 20 ºC, no más. Hay magia. Mañana me voy de la isla, pero todavía no he visitado la Roca del Chamán, lugar sagrado del sur de Siberia, un hito de los buryatos y el chamanismo, descrito en ensayos de antropología. Me dirijo (me arrastro...) hacia ella bordeando una fea valla de cemento que limita el pueblo con la esperanza de poder remojar mis pies "desfigurados" en agua bien fría, que es lo que urgentemente necesitan para recomponerse.

El sol acaricia Khuzir

La Roca del Chamán bañada en un ambiente paradisíaco
La luz lo abarca todo y el sol me acompaña por una zona alta... Llego a la playa, una playa de piedras, una niñas en la orilla juegan con las gaviotas. Me quito las botas y sumerjo mis pies en el agua con un gran alivio, luego me adentro torpemente en el agua, incapaz de pisar sin sentir dolor. Acabo nadando, el agua está helada, dos largos de 20 metros, 5 minutos.



El baño me ha revitalizado, definitivamente, casi como nuevo, una gran alivio en los pies sobre todo. Me apena tener que pertrecharme otra vez las sudadas botas, pero se hace el esfuerzo y rehago mis pasos al hostal. El baño me ha infundido vigor, pero estoy cansado, me pregunto si debo dar por terminado el día, pero se me enciende el corazón, o la testosterona, ¿una oportunidad está pasando por delante mío?