Sunday, March 11, 2012

Olkhon: vuelta a Khuzir


El rito del vino, ...y una foto un poco torpe
Tras la aventura, la reflexión y la "uja" (sopa de pescado), volvemos a la furgoneta y partimos hacia unos acantilados, después a un raso a nivel del agua. Hay un chiringuito y un muelle de madera. Allí jugamos a echar piedras al mar ("Adín, dva, tri!") a ver quién tira más lejos, vale, en potencia muscular los hombres llevan ventaja... Las chicas pierden y me danzan un alegre baile ruso como prenda por haber perdido, ¡yuju!

Volviendo a la pureza del agua del Baikal, el chico moscovita sostiene que la papelera no reviste gran peligro para el lago, dado el vasto volumen de agua contenido en él. Insiste, "el agua SIGUE SIENDO potable en cualquier caso", tras lo cual se acerca a la orilla, se inclina y bebe agua de sus propias manos. Puedo confirmar y confirmo que durante ese día al menos el chico moscovita no padeció ninguna dolencia (ni se le cambio el tono de la piel), pese a que junto al lugar donde bebió flotaban en la superficie manchas de espuma procedentes de una lancha. ¿Chico provisto de un estómago de hierro o pureza a prueba de amenazantes papeleras polutivas?

Agüita sana del Baikal, pese a que rondase la espuma...



Barrancos del noreste que hunden sus raíces en el abismo del Baikal

El tiempo es esquisito y quiero quedarme más tiempo en esta apartada orilla de un lugar recóndito, pero se hace tarde y hay que volver. Nos metemos en la furgoneta y retomamos las pista ladeando la intensa masa boscosa  que cubre el este de las isla. Marchamos hacia el sur exactamente por el mismo camino por el que hemos venido, para lo cual debemos superar una serie interminable de baches. Hacemos una pequeña parada para quien así lo desee pueda cubrir sus necesidades fisiológicas o para estirar piernas. Comprobamos no lejos de allí unas cabinas de madera en mal estado. Desprenden un hedor que advierte de su contenido fecal, el cual ahuyenta a cualquier posible usuario. No obstante, Nastya me invita a su uso.



Los baches no perdonan y en un momento dado el chofer para la marcha, se baja y comprueba el estado de la rueda: ha pinchado. Se apresura a cambiarla, para lo cual debe de tener práctica ya, por la velocidad con la que actúa. Esperamos unos diez minutos y reanudamos la marcha.


Estamos llegando a Khuzir y llega el final de un gran día. No obstante, me sabe a poco tener que despedirme sin intercambiar números de teléfono o un simple email. Me dirijo a Jana, que es quien concita más mi atención, pero se muestra poco receptiva. No obstante, accede a darme su teléfono algo ruborizada, y le digo que ya nos veremos. Me despido del resto también, la mujer buryata me da su contacto de Ulan-Ude, capital de Buriatya, donde ella reside, lo cual se lo agradezco. Sin embargo, el mayor obstáculo con esta mujer reside en que no le entiendo nada, porque no sabe nada de inglés y apenas habla en cualquier caso. ¿Cómo establecer contacto por teléfono? Nastya, chica abierta y realmente agradable, me regala un dibujo tipo acuarela con el email y un mensaje que reza en inglés "Siberian artist", que recibo con agrado.


Me despido y me voy a mi hostal, ceno en el comedor donde coincido con un joven colombiano que representa a un grupo de danzas folclóricas y que ha empezado a hacer migas con rusas. Me habla de su gira por Rusia y de lo bien que le va. Sabe algo de ruso como yo, frases sueltas y útiles, que le valen para relacionarse mínimamente con rusos. Para entonces, no obstante, mis hormonas alteradas me conducían hacia Jana, de la excursión. Decido dejar al compañero colombiano e intento contactar con ella, ¡pero no hay respuesta! Parece que hay un problema con la numeración..., ¡shit! Lo que de ahí en adelante ocurrió es la historia de un intento rocambolesco y eventualmente infructuoso de avanzar con la chica en cuestión. No merece la pena entrar a detalle..., bajo una bella luna llena me retiro al hostal, en paz.