Friday, February 3, 2012

Irkutsk

En mi infancia una de las lecturas de aventuras que se barajaban como opción para chicos de mi edad era Julio Verne Jules Verne, bien en formato comic, bien en formato novela juvenil. Entre éstas, había una llamada Miguel Strogoff, la historia de un emisario del buen zar que debe atravesar Rusia hacia el este para llegar a Irkutsk. Ni qué decir tiene que en el camino encuentra todo tipo de vicisitudes, como el ataque de los tartaros, que lo someten a un horroroso cegamiento por metal incandescente pero que logra superar, con gran misterio, gracias al efecto de sus lágrimas, o algo así... Lo cierto es que siempre me ha hechizado el nombre de esta ciudad mítica localizada en los confines de la civilización europea y en mitad de la taiga y de un ambiente exótico a la vez que hostil.

Aterrizamos bajo un cielo encapotado y algo de lluvia, no hace calor, más bien frío, pero todavía estamos a 26 de agosto. Afronto el aterrizaje y la primera incursión en el aeropuerto con cierta alerta: por lo que parece, yo soy el único occidental. Somos la primera llegada de la mañana, el aeropuerto está medio vacío, inspecciono el entorno y salgo fuera un momento. Tiempo gris, no hay tráfico, no veo autobuses. Las miradas se dirigen a mi, esta vez se trata de un puñado de hombres morenos que se dirigen a mi en ruso y en inglés, no hace falta saber mucho: taxi. No solo me viene uno, sino que se me acercan más y además alguno insiste. Decido alejarme, e irme a desayunar a la cafetería del aeropuerto que acaba de abrir. Pido cafe y algo para untar, no está mal. El precio caro, un precio de aeropuerto, pero barato en comparación a Moscú.

Aeropuerto de Irkutsk
Mi enlace en Irkutsk es un tal Jack Sheremetoff, responsable del Baikaler Hostel de Irkutsk y un gran entusiasta de la región al que no llegué a conocer, pero que fue en último término el acicate para que me decidiese allá por mediados de agosto a viajar a Siberia. En nuestra correspondencia por email eventualmente me dijo que no me preocupase, que vendría a buscarme al aeropuerto (!!), bueno, ¡pues me sentí como un turista de primera clase, y gratamente sorprendido!, igual están promocionando ahora el negocio, y quizá les interese, en fin, quién sabe...

Me pongo en contacto por SMS con él desde el aeropuerto (por lo que puedo recordar la red telefónica móvil funcionó). Jack me devuelve el mensaje. Se encuentra fuera de Irkutsk y no puede acercarse... Esta posibilidad ya la barajaba como posible o muy posible y por lo tanto no me pilla de imprevisto. No obstante, me dice qué linea de autobus coger y dónde bajarme, lo cual se agradece. Poseo en mis manos un mapa de Irkutsk, fotocopias de google, que traigo desde Londres, en el cual anoté en su tiempo la localización exacta del hostal. A todo esto..., me doy cuenta de que voy demasiado ligero.

¡La mochila de facturación, una hora y pico ha pasado ya desde mi llegada, y no he recogido la mochila de facturación! Me desplazo raudo y veloz al área de recogida de maletas, ¡y no hay nada! Se despiertan mis temores, mi corazón empieza a batir en el interior de mi pecho, me acerco a un operario, me aseguro de las palabras necesarias en le phrase book de ruso: Pashalosta, ya iez Moskva pa samalyot, u minia..., no niet sdies seichaz, gdie? Éste operario me refiere a otro uniformado... Este, por su parte, me traslada al interior, en donde, SÍIIII, AHÍ ESTÁ mi mochila, la habían apartado a un lugar discreto... Спасиба! La suerte me sonrie de nuevo.




Pertrechado con la mochila, salgo por fin del aeropuerto, no sin ser reclamado otra vez por los taxistas, y me dirijo a la parada. Me encuentro un autobús y confirmo el número de línea con el conductor, sí, efectivamente, voy bien. El conductor, un hombre de facciones rusas, es simpático y sonriente, le pregunto sobre el tiempo necesario para llegar hasta la parada que me ha indicado Jack. Se muestra muy atento, y me indica que me siente y no me preocupe, que ya me dirá cuándo bajarme. Le pregunto el precio del billete y me dice que tranquilo, que me siente. Estamos dos pasajeros en todo el autobús, me siento. Miro por la ventana, el paisaje transmite abandono y caos. El tiempo algo desapacible tampoco contribuye al brillo del entorno. Cada vez hay más edificios de tipo administrativo con su característico sello neoclásico, estamos llegando al centro, recorremos la Calle Lenin, una de las principales.

El conductor me despide con una sonrisa y le pago el billete. Por lo que recuerdo, el importe es rídiculo para estándares Occidentales, ¡unos 16 céntimos de euro! El bolsillo me sonríe también. Bueno, ya puedo empezar a buscar el hostal.

La Calle Lenin - Lenin Ulitsa

Baikaler Hostel se encuentra en un patio interno accesible desde la Calle Lenin. Entro al patio y encuentro una puerta maltrecha de color marrón oscuro, pero con una etiqueta que indica junto al panel de timbres el hostal. ¡Bien! He llegado. Subo las escaleras y entro a recepción, me acoge una joven. Me indica mi cama en una habitación de literas para seis personas. Una habitación sin ambiciones decorativas en buen estado y moderna. Suficiente, este lugar es acogedor.
Discreta puerta de entrada al Baikaler Hostel

"Tomo posesión" del lugar, me estaciono. Durante los próximos días, el Baikaler Hostel será mi huesped, bien en Irkutsk bien mediante sus socios de mi próximo destino: la isla de Olkhon, en el Baikal. Decido pues a continuación cumplimentar el trámite requerido a todo visitante a Rusia: rellenar un formulario con todos los datos personales y de visado en el que debe detallarse también el huesped y la duración de la estancia en cada lugar. En este caso, son los huéspedes del Baikaler quienes me ahorran el "pequeño" contratiempo de tener que presentarme en una comisaría rusa, una cortesía digna de aplauso, ¡gracias!

Vuelvo a la habitación, en la que coincido con una chica de Aberdeen (Escocia), con la que entablo una charla, creo que los dos tenemos ganas de hablar empujados por el entusiasmo del viaje y la soledad, que obliga. Además nos entendemos bien en inglés. Me cuenta que viene de Japón, que ha ejercido en enseñanza obligatoria durante años como profesora de inglés y que vuelve a casa, pero en vez de hacerlo por avión, ha decidido tomárselo como un viaje, y hacerlo en el transiberiano, recorriendo toda Rusia hasta llegar a Europa. Me cuenta también anécdotas curiosas e interesantes de su experiencia en el centro de la cultura japonesa, yo quiero saber más e ir a visitar juntos Irkutsk, pero declina, tiene otros planes, qué se le va a hacer.

Tras descansar un poco, salgo a Irkutsk. Amenaza lluvia, pero me encamino desprovisto esta vez de la mochila grande por la Calle Karl Marx hacia el centro, hay bastante tráfico, los edificios están descuidados, los cables sobrevuelan la calle, la publicidad superpuesta y desordenada lo impregna todo. Parece que es día de mercado callejero, los puestos se alinean a ambos lados de una de las calles centrales, se vende sobre todo alimentación, productos del campo. Hay un mercado central tipo grandes almacenes, donde se suceden los puestos de alimentación pequeños, pero se venden también artículos de belleza e higiene y textil. Llueve y me adentro en el mercado cubierto. En el aire flota un olor característico a pescado, es mi primer contacto con el pescado típico del Baikal, el omul.


Compro algunas cosillas y practico rudimentos de ruso, bastante bien, consigo comunicarme. El centro alrededor de la Calle Karl Marx no da para mucho más, y menos con lluvia, así que vuelvo bajo un manto de  sirimiri al hostal. Mi plan es el siguiente: permanecer dos noches en Irkutsk, partir al Baikal y realizar en la isla de Olkhon, la mayor del Lago Baikal con diferencia, actividades de ocio que se anuncian con Baikaler Hostel (montar a caballo,...). Después seguiría mi itinerario hacia Mongolia. Ahora bien, la parte más excitante y quizá arriesgada es que sólo he planificado (reservas incluidas) algo menos de la mitad del viaje, por lo que todo está por hacer, tengo un billete de ida, lo cual me da mucha libertad para un periodo máximo de 20 días, pero también incertidumbre y despliegue de todas mis habilidades y atención en un ambiente totalmente desconocido. Había oído en el programa La Casa de la Palabra o en su hermano gemelo Levando Anclas, ambos de Roge Blasco en Radio Euskadi, que el consulado de Mongolia en Irkutsk expide visados con bastante rapidez y a precio no muy caro.

Intento llegar al consulado, a sólo unos cientos de metros del Baikaler Hostel, pero he actuado demasiado tarde, el consulado está ya cerrado y mañana día festivo no abren. Son en realidad unos cinco-seis días de espera, lo que sumiría el viaje en una total incertidumbre e improvisación, a lo cual se suma un nuevo e importante dato acerca del visado ruso. Poseo un visado de un mes, lo cual me habilita para una estancia máxima en Rusia de 30-31 días, PERO es de una entrada, y en caso de entrar y salir más de una vez en dicho periodo, procede un visado multientrada. La otra alternativa sería tramitar en el consulado ruso de Ulaan Bator, capital de Mongolia, un nuevo visado de entrada. En fin, con mucha pena, pero el sentido común se impone y abandono también mis ambiciones de viajar en el Transmongoliano hasta Beijing, me quedo a las puertas (pero queda mucho tiempo todavía...).

Arreglo a continuación la reserva del tren que me ha de llevar bordeando el Baikal a mi nuevo destino tras mi estancia en Olkhon: Ulan Ude, capital de Buriatia y próximo a la frontera con Mongolia. La chica de recepción se ofrece a darme una valiosísima ayuda, haciéndome ella misma esta reserva por e-ticket y ahorrándome un verdadero embrollo y más incertidumbre, ¡mil gracias otra vez!:) Luego, tras ultimar detalles con los amables asistentes de Baikaler acerca del hostal que me ha de acoger en Khuzir, decido partir al Baikal en un "autobús" furgoneta o microautobús rumbo a Olkhon, a Khuzir para más detalles, único pueblo de cierta entidad. Mis amables huéspedes me indican cuándo pasará la furgoneta por el Hostal Baikaler a recogerme, lo cual viene a ser un lujo. No me ha quedado claro lo del "paquete de actividades", no tanto el precio (lo cual no me preocupa mucho), sino quién lo organiza, que gente vamos a estar... ¡Todo queda en el aire! Salgo de buena mañana y me introduzco en la furgoneta oscura de 9 plazas tipo Nissan varada en frente del hostal. Somos tres o cuatro: un joven, una madre de facciones mongolas y su hijo y yo. Rumbo pues al Baikal, salimos de Irkutsk con un tiempo incierto, fresco, pero al menos el sol se deja ver entre las nubes.


Rodamos por una carretera nacional necesitada de atención, presenta una calzada agrietada y desigual así como baches. Miro con satisfacción el paisaje a través de la ventana, las desoladas llanuras con sus ocasionales pinos y las cabañas de madera oscura en condiciones de semi-abandono. A mitad del trayecto, tras un par de horas, paramos en una gasolinera para satisfacer nuestras necesidades fisiológicas. Aquí establezco mi primer contacto con los "servicios" característicos de esta región.

Los "servicios"

Se trata de un tipo de vater de caseta de madera, que ofrece una "interfaz" consistente en un pavimento de madera y un orificio central con diámetro de 30 centimetros conducente a una "unidad de almacenamiento masivo" (lo siento por la jerga, sólo para usuarios de ordenadores, je je), dicho de otra manera, un vater "a pulso", sólo que carente de agua corriente o red de alcantarillado que se lleve "el marrón", un pozo negro vaya. El olor no deja indiferente.

Tras una breve estancia en el lugar, reanudamos el viaje, y la calzada se deteriora cuando dejamos la carretera principal. Al poco deja de haber asfalto, ya no es más que una pista con muchos baches que el diligente conductor debe afanarse en esquivar, con cierto éxito. Las llanuras dan paso a la taiga, el bosque espeso que flanquea la carretera, verde, lomas pobladas de árboles, el traqueteo de la furgoneta dura decenas de kilometros aún hasta que el bosque empieza a retirarse. La pista presenta un terreno muy desigual, por lo que a veces el conductor debe hacer eses, de un lado al otro de la carretera mientras los vehículos procedentes de enfrente hacen lo propio. Nunca mejor dicho, una montaña rusa. No obstante, hay ganas de llegar ya. Deja de haber taiga, se abren extensas praderas de color heno, y las nubes dejan paso ya a una luz nítida que impregna todo el campo visual, el paisaje desprende magia. Avistamos agua por primera vez, y al poco la furgoneta se detiene, llegamos a un embarcadero, y al "mar".

Parece que está despejando...


La carretera comarcal,  flanqueada por bosques, nos conduce dirección norte hacia Olkhon